Si contador, pero esta es mi
lucha y es irrenunciable, le agradezco lo que hace por mí, pero me tengo que
negar a su atenta solicitud.
En realidad, no es una
solicitud ni una súplica es una instrucción que le doy.
A Rodolfo le temblaban las
piernas de ver el tono del diálogo que estábamos teniendo y se volteaba para
todos lados, no fuera que alguien nos escuchara.
No atiendo a este tipo de
insulto que me viene a hacer, estoy en mi derecho de…
Está bien maestro, solo dígame
si se retira o no.
Lamento mucho decirle que me
quedo.
Está bien, acto seguido empecé
a echar afuera las cobijas que le había mandado para el frío y todos los libros
y periódicos.
¿Pero que hace Contador? De
que se trata esta injusticia.
Nada solo estoy recuperando
las cosas que salieron de la panadería ilegalmente y que acabo de reconocer,
seguro le voy a hacer cargos por robo, tengo aquí testigos.
Si cree que presionándome voy
a resignar mis derechos está equivocado.
Yo solo digo que no espere
nada de ayuda del personal de la panadería, nada de alimentos, de nada y que a
partir de este momento dejo 3 personas de vigilancia para evitar que ingrese
cualquier tipo de alimento, voy a revisar personalmente cualquier bulto o
persona que ingrese a esta carpa. Empecé a escribir en unas cartulinas que
llevaba, que el maestro solicitaba que las personas que lo visitaran no
llevaran ningún tipo de bulto para evitar suspicacias y que sería revisado todo
el material que entrara o saliera.
Coloqué sobre unas maderas a manera
de avisos las cartulinas y me quedé allí en la carpa en actitud exagerada de
revisar todo lo que pasara a un metro de la carpa. El maestro estaba confundido
y no sabía qué hacer, sobre todo cuando llevaba un desayuno y una comida sin
recibir alimentos y ya empezaba a resentir el efecto de los primeros mareos,
mientras yo me despachaba con mis alimentos sobre una mesita que me llevaban
para la comida. Platicaba con el maestro para que vieran que éramos cercanos,
le hablaba de política nacional e internacional y el maestro se centraba en mis
malas acciones.
Le comentaba que sin alimentos
las noches son más frías, que cuando ayunaba era el segundo pero sobre todo el
tercer día los más difíciles, que el cuarto día se rompen los músculos porque
el cuerpo los empieza a consumir, como anticipándole lo que venía. El maestro
se confiaba de que en la noche lo iba a dejar para ir a mi casa, pero cuando
vio que me traían la cena y abrigo y una silla más cómoda se empezó a
entristecer y más cuando dos de mis ayudantes panaderos se quedaron conmigo y
traían baraja para matar el tiempo, allí entendió que no lo iba a soltar, ya a
las tres de la madrugada me pidió algo de comer y le dije que fuera valiente y
no resignara sus ideales a un simple pan con té.
El Dueño Del Dique
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