miércoles, 18 de agosto de 2021

CAPILLA DE CHAPINGO PINTADA POR DIEGO RIVERA, EL LIBRO. XXX

 

Si contador, pero esta es mi lucha y es irrenunciable, le agradezco lo que hace por mí, pero me tengo que negar a su atenta solicitud.

En realidad, no es una solicitud ni una súplica es una instrucción que le doy.

A Rodolfo le temblaban las piernas de ver el tono del diálogo que estábamos teniendo y se volteaba para todos lados, no fuera que alguien nos escuchara.

No atiendo a este tipo de insulto que me viene a hacer, estoy en mi derecho de…

Está bien maestro, solo dígame si se retira o no.

Lamento mucho decirle que me quedo.

Está bien, acto seguido empecé a echar afuera las cobijas que le había mandado para el frío y todos los libros y periódicos.

¿Pero que hace Contador? De que se trata esta injusticia.

Nada solo estoy recuperando las cosas que salieron de la panadería ilegalmente y que acabo de reconocer, seguro le voy a hacer cargos por robo, tengo aquí testigos.

Si cree que presionándome voy a resignar mis derechos está equivocado.

Yo solo digo que no espere nada de ayuda del personal de la panadería, nada de alimentos, de nada y que a partir de este momento dejo 3 personas de vigilancia para evitar que ingrese cualquier tipo de alimento, voy a revisar personalmente cualquier bulto o persona que ingrese a esta carpa. Empecé a escribir en unas cartulinas que llevaba, que el maestro solicitaba que las personas que lo visitaran no llevaran ningún tipo de bulto para evitar suspicacias y que sería revisado todo el material que entrara o saliera.

Coloqué sobre unas maderas a manera de avisos las cartulinas y me quedé allí en la carpa en actitud exagerada de revisar todo lo que pasara a un metro de la carpa. El maestro estaba confundido y no sabía qué hacer, sobre todo cuando llevaba un desayuno y una comida sin recibir alimentos y ya empezaba a resentir el efecto de los primeros mareos, mientras yo me despachaba con mis alimentos sobre una mesita que me llevaban para la comida. Platicaba con el maestro para que vieran que éramos cercanos, le hablaba de política nacional e internacional y el maestro se centraba en mis malas acciones.

Le comentaba que sin alimentos las noches son más frías, que cuando ayunaba era el segundo pero sobre todo el tercer día los más difíciles, que el cuarto día se rompen los músculos porque el cuerpo los empieza a consumir, como anticipándole lo que venía. El maestro se confiaba de que en la noche lo iba a dejar para ir a mi casa, pero cuando vio que me traían la cena y abrigo y una silla más cómoda se empezó a entristecer y más cuando dos de mis ayudantes panaderos se quedaron conmigo y traían baraja para matar el tiempo, allí entendió que no lo iba a soltar, ya a las tres de la madrugada me pidió algo de comer y le dije que fuera valiente y no resignara sus ideales a un simple pan con té.


El Dueño Del Dique

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