lunes, 6 de marzo de 2023

AUDITORIA INTERNA DE LA UNAM CAP. 37

 

Eso me marcó, días después ya estaba yo haciendo un manual de cómo hacer un inventario físico, sabía mucho de eso, había hecho inventarios físicos de autos, de refacciones, de muchas cosas, en aquel tiempo se usaban los marbetes, la preparación era la base para la aplicación del inventario, digamos que 90%

 

Me felicitó, me dio la mano y yo le conteste el saludo, le agradezco mucho le dije, me contestó: no se vaya a ir muy lejos, vaya al sanitario porque seguramente le van a re preguntar, si maestro con mucho gusto.

 

 Eso de que vaya al sanitario me sonó cómo está usted muerto de miedo y se le nota y lo de las repreguntas es no quede satisfecho esté atento para que lo vuelvan a llamar, me arreglé el traje antes de salir y camine cómo cambian los militares, sabía cómo, había vivido en lugares de militares, en Bases Navales, Zonas Navales, sacar el pecho, echar los hombros hacia atrás y caminan acompasado, saliendo me asaltaron para saber que me habían preguntado y les dije que solo cosas sencillas y de auditoría, no tenía sentido preocuparlos, yo si estaba preocupado por mi vida y mi suerte ¿no?   está tranquilo para que no se espanten, es como cuando te van a poner una vacuna que te preguntan si duele la vacuna, hay que decir que no, para que no lleguen estresados, o decir que duele poquito, tienes que respirar profundo les decía, respira profundo, respira cuando te vayan a pinchar y bueno quedaba la propuesta, la idea y cosas bonitas así había que decir, ya cuando estás adentro del agua pues solo queda nadar, no te quedan muchas opciones.

 

Y así fue pasando el tiempo, entraban algunos, salían otros y de repente un tipo que trabajaba en la Secretaría de Hacienda muy sobrado digamos, lo llamaron para repreguntar allí sintió que se le encogía el corazón, dudó, nos volteó a ver como inseguro, ahora no sonreía, era flaquito, bajito, no le quedó de otra que entrar, lo tirotearon como media hora, por suerte salió otra vez por la puerta de acceso, todo revolcado, blanco del miedo. El señor del café seguía viniendo y nosotros dándole monedas y billetes de agradecimiento, lo que podíamos porque realmente nos tenía tendidos, para esa altura ya se me han acabado los polvorones, solo me quedaba uno, pero lo atesoraba, era el polvorón del triunfo o de las buenas noticias.

El Dueño Del Dique 

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