sábado, 18 de abril de 2015

Yanga, el príncipe


Hoy poco se habla de Yanga, el príncipe de estirpe africana, hombre de musculatura fuerte, dicen las abuelas, al recordar que hubo una época en la que este personaje huyó de los trabajos forzados, los golpes, las humillaciones y se fue a vivir al monte, desde donde ponía en jaque a los españoles que pretendían hacerlo volver a la plantación de donde había escapado.
Los españoles que poblaron la zona de Orizaba, en el estado de Veracruz, durante un tiempo compraron esclavos africanos, que tenían mejor desempeño que los indígenas locales, así que  propiciaron el secuestro y posterior compra de personas provenientes de aquel continente para tener mano de obra sin paga.
Por el año de 1579 Yanga desembarca junto con otros esclavos en el puerto de Veracruz y es obligado a trabajar en fincas azucareras. Inteligente al extremo, aprende rápidamente el idioma español. Como es sabido, los esclavos eran sometidos a trabajos forzados, malos tratos, escaso alimento y esto hacía que se sucedieran los brotes de inconformidad, al grado de que se llegaron a dar protestas que fueron cruelmente reprimidas.
Es en 1580 cuando se da el levantamiento de esclavos con Yanga como promotor, para escapar de la injusticia que vivían. A los esclavos que huían se les nombraba cimarrones y eran perseguidos para devolvérselos a sus amos, o eran asesinados si ofrecían resistencia y hacían imposible su recaptura. Sabedores de esta realidad los esclavos concebían planes de escape muy complicados que en ocasiones terminaron con un grupo que se perdía en la vasta vegetación del lugar para nunca regresar.
En un principio, Yanga y sus compañeros se alimentaron de conejos, ardillas liebres, tuzas, tejones, víboras e insectos, la fauna local. Con el tiempo se dedicaron a asaltar carruajes de las rutas de México a Veracruz, así como las haciendas cercanas. Poco a poco el grupo se fue asentando en medio del monte, donde tendrían sus cultivos, ganadería y aves de corral.
El líder estableció entre los miembros de su comunidad, las normas básicas de convivencia, lo cual constituyó una organización social ordenada, moderna y productiva.
Las fuerzas realistas derrotaban a Yanga y su grupo, pero nunca lograron una victoria total sobre los rebeldes. Cuando el enemigo lograba hacerles daño, el príncipe africano y los suyos se internaban hasta el corazón de la selva y después se rehacían para enfrentar de nuevo al ejército español. Así, aquel hombre alternaba triunfos, teniendo como aliados los elementos naturales y la orografía, pero por sobre todo, su inteligencia, valor y saberse libres, reconocerse intrínsecamente libres como los ríos, las aves, las fieras con las que habitaron en su patria.
Lleno de años y con marcas de sinfín de batallas, Yanga, el príncipe inteligente, después de treinta años de lucha, busca pactar con la corona para que se les reconozca la propiedad de un territorio, acuerda pagar impuestos de acuerdo a las posibilidades de su comunidad, no aceptar más esclavos fugitivos y apoyar a los españoles si alguien los atacaba. La propuesta no es aceptada, sino después de una violenta batalla en la que los españoles ganaron aunque por los estragos más bien pareció una derrota. Sobre todo, si tenemos en cuenta que no lograron someter a aquellos insurgentes y hubo numerosas bajas de ambos bandos.
Al acuerdo planteado por Yanga en un primer momento se le agregan algunas condiciones de la corona española, como el ingreso de sacerdotes franciscanos para evangelizar a la comunidad, así como la autorización a Yanga y su familia para continuar gobernando esta zona.
Fue en 1630, cerca de la ciudad de Córdoba, Veracruz; que se reconoció oficialmente la existencia del Pueblo Libre de San Lorenzo de los Negros, que fue también el primer pueblo libre de América.
Yanga nos demostró que no importan las injusticias, el infortunio o la desesperación, siempre se puede hacer un vergel para sí mismo y para otros en donde quiera que el destino nos arroje.

El dueño del dique.
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