Hoy poco se habla de Yanga,
el príncipe de estirpe africana, hombre de musculatura fuerte, dicen las
abuelas, al recordar que hubo una época en la que este personaje huyó de los
trabajos forzados, los golpes, las humillaciones y se fue a vivir al monte,
desde donde ponía en jaque a los españoles que pretendían hacerlo volver a la
plantación de donde había escapado.
Los españoles que poblaron
la zona de Orizaba, en el estado de Veracruz, durante un tiempo compraron esclavos africanos, que tenían
mejor desempeño que los indígenas locales, así que propiciaron el secuestro y posterior compra de
personas provenientes de aquel continente para tener mano de obra sin paga.
Por el año de 1579 Yanga
desembarca junto con otros esclavos en el puerto de Veracruz y es obligado a
trabajar en fincas azucareras. Inteligente al extremo, aprende rápidamente el
idioma español. Como es sabido, los esclavos eran sometidos a trabajos
forzados, malos tratos, escaso alimento y esto hacía que se sucedieran los brotes
de inconformidad, al grado de que se llegaron a dar protestas que fueron cruelmente
reprimidas.
Es en 1580 cuando se da el levantamiento
de esclavos con Yanga como promotor, para escapar de la injusticia que vivían. A
los esclavos que huían se les nombraba cimarrones y eran perseguidos para
devolvérselos a sus amos, o eran asesinados si ofrecían resistencia y hacían
imposible su recaptura. Sabedores de esta realidad los esclavos concebían
planes de escape muy complicados que en ocasiones terminaron con un grupo que
se perdía en la vasta vegetación del lugar para nunca regresar.
En un principio, Yanga y sus
compañeros se alimentaron de conejos,
ardillas liebres, tuzas, tejones, víboras e insectos, la fauna local. Con el
tiempo se dedicaron a asaltar carruajes de las rutas de México a Veracruz,
así como las haciendas cercanas. Poco a poco el grupo se fue asentando en medio
del monte, donde tendrían sus cultivos, ganadería y aves de corral.
El líder estableció entre
los miembros de su comunidad, las normas básicas de convivencia, lo cual
constituyó una organización social ordenada, moderna y productiva.
Las fuerzas realistas derrotaban
a Yanga y su grupo, pero nunca lograron una victoria total sobre los rebeldes.
Cuando el enemigo lograba hacerles daño, el príncipe africano y los suyos se
internaban hasta el corazón de la selva y después se rehacían para enfrentar de
nuevo al ejército español. Así, aquel hombre alternaba triunfos, teniendo como
aliados los elementos naturales y la orografía, pero por sobre todo, su inteligencia,
valor y saberse libres, reconocerse intrínsecamente libres como los ríos, las
aves, las fieras con las que habitaron en su patria.
Lleno de años y con marcas
de sinfín de batallas, Yanga, el príncipe inteligente, después de treinta años
de lucha, busca pactar con la corona para que se les reconozca la propiedad de un
territorio, acuerda pagar impuestos de acuerdo a las posibilidades de su
comunidad, no aceptar más esclavos fugitivos y apoyar a los españoles si
alguien los atacaba. La propuesta no es aceptada, sino después de una violenta
batalla en la que los españoles ganaron aunque por los estragos más bien
pareció una derrota. Sobre todo, si tenemos en cuenta que no lograron someter a
aquellos insurgentes y hubo numerosas bajas de ambos bandos.
Al acuerdo planteado por
Yanga en un primer momento se le agregan algunas condiciones de la corona
española, como el ingreso de sacerdotes franciscanos para evangelizar a la
comunidad, así como la autorización a Yanga y su familia para continuar
gobernando esta zona.
Fue en 1630, cerca de la
ciudad de Córdoba, Veracruz; que se reconoció oficialmente la existencia del
Pueblo Libre de San Lorenzo de los Negros, que fue también el primer pueblo
libre de América.
Yanga nos demostró que no
importan las injusticias, el infortunio o la desesperación, siempre se puede
hacer un vergel para sí mismo y para otros en donde quiera que el destino nos
arroje.
El dueño del dique.
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