sábado, 18 de abril de 2015

El día que leí un libro de corridito. Elda Maceda


El día que pude leer un libro sin detenerme porque no conociera las letras que entendía fue tan importante que no lo olvido.

 En las primeras páginas, de pronto sentí que caminaba con la caperucita roja en aquel bosque enorme, con árboles que mecían sus ramas con el viento que aullaba de tan fuerte que soplaba.

Yo también, como la niña de la capa roja, sentía un poco de preocupación porque la casa de su abuelita estaba muy lejos y las nubes oscurecían aquel lugar en el que todos sabían, habitaba el animal más temido de la comarca.

El corazón me saltó cuando de pronto apareció el lobo. Aunque yo deseaba decirle a caperucita que no hablara con él, no me escuchó. Yo estaba afuera del libro, si estoy de acuerdo, caminaba con ella por el bosque, pero deseaba poder aconsejarla.

 Y así, con mi preocupación, seguí leyendo y seguí junto a ella cuando el lobo le preguntó que a dónde iba. No hables con él, acuérdate que tu mamá te dijo que no hablaras con desconocidos, decía yo para mis adentros, sabiendo que no tenía caso que seguir hablándole.

Y cuando caperucita llegó a la casa de la abuelita yo ya sabía que en la cama de la ancianita estaba el lobo vestido con las ropas de la señora.

-Abuelita, pero ¡Qué ojos tan grandes tienes! Leía yo con prisa. Quería yo que el lobo no se comiera a caperucita.

-Son para verte mejor. Dijo el lobo disfrazado de abuelita con un tono como de burla.

-Abuelita, pero ¡Que manos tan grandes tienes! Seguía el diálogo entre el animal y la niña.

-¡Son para abrazarte mejor! Y con preocupación seguí leyendo.

-Abuelita pero ¡Qué dientes tan grandes tienes!

- Son para ¡Comerte mejor! No podía creer que caperucita en un dos por tres ya estaba en la panza del lobo. Nadie podía ayudar a caperucita, yo no podía hacerlo, pero sí podía seguir leyendo. Tanto, que luego luego me volvió el alma al cuerpo, cuando supe que el leñador, un hombre bueno, que vivía en los alrededores, acudió a la casa de la abuela de la niña, la salvó, a su abuela también y hasta una fiesta hicieron en el pueblo.

Como te cuento, Caperucita roja fue el primer libro que leí de corridito.

ELDA MACEDA

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