viernes, 10 de septiembre de 2021

CAPILLA DE CHAPINGO PINTADA POR DIEGO RIVERA, EL LIBRO. XXXIX

 

Bertha traía una chequera por allí, el dueño dijo que no, que pagaran al día siguiente, que no teníamos que pagar en ese momento, porque éramos clientes reconocidos ¿No?

Le dio la cuenta en una remisión para que se la llevara y al día siguiente mandaba una persona para que ya sobrios se la pagara, la remisión llevaba el desglose de los consumos con rollos de cada comensal, la vio Bertha y abrió tamaños y ojos y se rio, riéndose porque estaba acostumbrada a estos eventos, pero yo no, era una millonada allí, no sé cuánto habrá sido, pero íbamos a sangrar la cartera.

Yo no sabía cuál era el movimiento, pero empezaba a sacar la cartera para cooperarme, para pagar y me manoteo rápido el jefe de proyectos, la otra chica aprovechó para agarrarme la entrepierna, yo no sabía de qué se trataba porque estaba completamente ebrio, guarde la cartera, todos ofendidos porque como iba yo a querer cooperar con la cuenta, pero no me sabía el protocolo, se me hacía peor no intentar colaborar.

Nos paramos como pudimos, empezamos a acomodar las sillas ya nos íbamos unos a tras de otros hacia la salida cuando dice la Directora de Patrimonio: Espérense y todos metimos freno, como los elefantes, chocamos unos contra otros, nos dijo: Faltan las de la casa y yo no entendía eso, faltan las de la casa, íbamos a cazar ¿Qué? Pero es sabido entre la gente que acude a estos eventos que cuando hay una comida así tan grande tan completa costosa, que la casa regala unas bebidas y entonces ahí vamos todos de regreso a sentarnos a nuestros lugares, el jefe de meseros volteó a ver al dueño y este autorizó haciendo señas a los meseros que aún quedaban que sí, que sirvieran las de la casa.

¿Cómo se acuerdan los meseros de lo que teníamos servido? No sé, yo estaba tomando una cuba otro un tequila hornitos reposado, y así y se acordaban de todo, allí brindamos por la felicidad, por no me acuerdo creo que hasta por el orgullo gay, creo que hasta por la paz del mundo, todas las babosadas que se nos ocurrían, el amor, etc. De todo lo que no hay. Una vez que terminamos los brindis ahora si arrancamos otra vez todos en estampida para afuera, atrás de mi iba la chica de casa habitación pueblo rural, no me acuerdo como se llamaba, sujetándome del hombro derecho y ya dije no, pues ahora sí, que alguien me lleve, como me verían los que estaban bien tomados que me decían, ¿No quieres que te lleve?

No, estoy bien, les contestaba.

¿Vas hasta tu casa?

No, voy a la panadería, a la oficina, es que ahorita voy a repartir las órdenes de producción de pan que no entregué. Realmente iba a la panadería porque allí habíamos hecho una ampliación con baños, regaderas, una cama, para cuando nos quedáramos ahí tarde podernos bañar, hacer una cama allí para dormirse cuando hubiera necesidad y solo tres personas teníamos llave uno era el maestro panadero otro el encargado de la panadería y otra yo.


El Dueño Del Dique

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