Bertha traía una chequera por
allí, el dueño dijo que no, que pagaran al día siguiente, que no teníamos que
pagar en ese momento, porque éramos clientes reconocidos ¿No?
Le dio la cuenta en una
remisión para que se la llevara y al día siguiente mandaba una persona para que
ya sobrios se la pagara, la remisión llevaba el desglose de los consumos con
rollos de cada comensal, la vio Bertha y abrió tamaños y ojos y se rio,
riéndose porque estaba acostumbrada a estos eventos, pero yo no, era una
millonada allí, no sé cuánto habrá sido, pero íbamos a sangrar la cartera.
Yo no sabía cuál era el movimiento,
pero empezaba a sacar la cartera para cooperarme, para pagar y me manoteo
rápido el jefe de proyectos, la otra chica aprovechó para agarrarme la
entrepierna, yo no sabía de qué se trataba porque estaba completamente ebrio,
guarde la cartera, todos ofendidos porque como iba yo a querer cooperar con la
cuenta, pero no me sabía el protocolo, se me hacía peor no intentar colaborar.
Nos paramos como pudimos,
empezamos a acomodar las sillas ya nos íbamos unos a tras de otros hacia la
salida cuando dice la Directora de Patrimonio: Espérense y todos metimos freno,
como los elefantes, chocamos unos contra otros, nos dijo: Faltan las de la casa
y yo no entendía eso, faltan las de la casa, íbamos a cazar ¿Qué? Pero es
sabido entre la gente que acude a estos eventos que cuando hay una comida así
tan grande tan completa costosa, que la casa regala unas bebidas y entonces ahí
vamos todos de regreso a sentarnos a nuestros lugares, el jefe de meseros
volteó a ver al dueño y este autorizó haciendo señas a los meseros que aún
quedaban que sí, que sirvieran las de la casa.
¿Cómo se acuerdan los meseros
de lo que teníamos servido? No sé, yo estaba tomando una cuba otro un tequila
hornitos reposado, y así y se acordaban de todo, allí brindamos por la
felicidad, por no me acuerdo creo que hasta por el orgullo gay, creo que hasta
por la paz del mundo, todas las babosadas que se nos ocurrían, el amor, etc. De
todo lo que no hay. Una vez que terminamos los brindis ahora si arrancamos otra
vez todos en estampida para afuera, atrás de mi iba la chica de casa habitación
pueblo rural, no me acuerdo como se llamaba, sujetándome del hombro derecho y
ya dije no, pues ahora sí, que alguien me lleve, como me verían los que estaban
bien tomados que me decían, ¿No quieres que te lleve?
No, estoy bien, les contestaba.
¿Vas hasta tu casa?
No, voy a la panadería, a la
oficina, es que ahorita voy a repartir las órdenes de producción de pan que no
entregué. Realmente iba a la panadería porque allí habíamos hecho una
ampliación con baños, regaderas, una cama, para cuando nos quedáramos ahí tarde
podernos bañar, hacer una cama allí para dormirse cuando hubiera necesidad y
solo tres personas teníamos llave uno era el maestro panadero otro el encargado
de la panadería y otra yo.
El Dueño Del Dique
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