Está bien señor, ya, disculpe, disculpe, se oyó que alguien dijo. Cállense cabrones, nos dijo y se volvió a ir, todos boca abajo y cinco minutos siguió la espera, pero esta vez sí contamos los cinco minutos o más, o más, ya no me acuerdo bien y fue cuando jalé el cable del teléfono hasta que me cayó en las manos, y la rubia decía: no, no, todavía no y entonces marqué a la patrulla me contestaba la operadora: patrulla urgencias, yo le decía buenas tardes señorita le estoy hablando y la otra me decía patrullas, urgencia. Sí, sí, sí, yo pensaba que como estaba murmurando no me alcanzaba escuchar, marqué varias veces y no tuve suerte. Me dijo Pascual: descompusieron el teléfono. Deja voy para abajo a ver qué encuentro, y se fue arrastrando las escaleras y dijo: no hay nadie las escaleras, no hay nadie, no hay nadie, bajamos algunos trabajadores y clientes, Pascual se fue por César que estaba amarrado, ahí lo desató habló a la patrulla y lo mismo, contestaban patrullas, urgencias y aquel: nos acaban de asaltar cabrón y le contestaban: patrulla, patrulla y le colgó.
La caja la
habían vaciado, la voltearon, revisaron de arriba abajo, ni una moneda quedó. De
los souvenirs quedó poco y nada, me acuerdo de unos de unos zepelines de la
Goodyear que están de moda porque tenían un riel para guiarlo, era una soga, eso
permitía que pudiera volar de un lado a otro digamos en la casa o hacerle un caminito
en el patio y que estuviera dando vueltas todo el tiempo, se llevaron todos
llaveros, y así muchas cosas. Se oyó que gritó Pascual: ¡ya se fueron! ¡ya se
fueron! agarró el teléfono estaba abajo, en la administración y trató de hablarle
a la patrulla y la misma situación estos tipos habían abierto el teléfono sin
que nos diéramos cuenta y le habían quitado la pastilla donde se hablaba, pues
sí nos comunicábamos, pero ellos no nos escuchaban.
El Dueño Del
Dique
DERECHOS
RESERVADOS