658.- Un día, como hoy… me rascas te la espalda.
El Dueño Del Dique
DERECHOS RESERVADOS
658.- Un día, como hoy… me rascas te la espalda.
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Un viernes salí, dejé todo en
orden en la panadería, quería saber si había órdenes de trabajo para el día
siguiente, en ocasiones me regresaba de la UNAM después de dar mi clase a Chapingo
porque había trabajo toda la noche, quería ver cómo estaba la organización, si había
llegado todo el personal, etc. cómo estaba la situación.
pasé por las facultades,
entregué materiales, me fui a jugar básquetbol porque me iba con los amigos de
Control Presupuestal, a la cancha que está en la alberca de Ciudad Universitaria,
ese viernes llegué a tiempo para jugar con los amigos en la alberca, después
comimos una fruta picada muy rica el mango era increíble, sandía melón, papaya,
pero cuándo uno hace ejercicio y come fruta pronto le da hambre de nuevo,
entonces fui a la Facultad de Filosofía y Letras para comer algo más mexicano,
unas gorditas, quesadillas de chicharrón prensado, de queso, un jugo de naranja
y eso levanta el ánimo, después seguí con las citas de ventas, afuera de la
universidad y otras dentro del campus, para profesores, investigadores que ya
me habían contactado por teléfono algunos
pedían varios Codex Alimentarios, porque aparte de trabajar la Universidad también
lo hacían para otras universidades del DF y del Estado de México, algunos hasta
en Puebla o estaban asesorando a personas para tesis doctoral, y ahí venía
mucha información que les era útil. Acercándose a las siete de la noche,
regresé a Ciudad Universitaria y fui a la Facultad de Contaduría directamente, estacioné
el auto que es muy difícil encontrar lugar y todo el camino escuchaba
helicópteros que sobrevolaban la Ciudad Universitaria y uno siempre piensa que vino
de visita un funcionario de alto rango, un presidente, un gobernador, pero fue muy
notorio tanto movimiento, me fui a la sala de profesores, ahí coincidíamos
todos profesores de todas las materias, unos habían salido temprano de clase y
otros estamos esperando para registrar la asistencia, cada clase firmábamos, en
aquel tiempo todavía con pluma, ahora ya es electrónica la firma o se pone el
dedo para saber que uno se presentaba, porque algunos maestros no daban clases,
sino que iban sus ayudantes a darla y los titulares iban un solo día y firmaban
por todas las clases, pero esos eran otros manejos.
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Ese éxito que logré, mejor no
lo hubiera hecho porque la siguiente clase se llenó el salón por completo, los
pasillos laterales, la escalera central, todo estaba lleno de estudiantes y yo
me preguntaba qué había pasado, si se había incrementó la matrícula, pero no,
eran “oyentes” y lo que yo pedía
solamente era que estuvieran los chicos de la lista del grupo sentados en sus
pupitres y que los demás se acomodan como fuera, pero me dejaran caminar por el
estrado para poder utilizar los dos pizarrones que llenaba con cifras y datos y
lo que fuera y así lo hicimos.
También dejamos la puerta del
salón abierta para que la gente que estuviera afuera pudiera seguir la clase,
todas las filminas se dejaban con la chica del retroproyector y ella sacaba las
fotocopias y las entregaba a todos al día siguiente para que las pudieran
estudiar, ver los ejemplos. Tiempo después un chico me dijo que otro profesor
estaba ocupando también mis copias y que le debía reclamar porque son suyas
maestro. No, no, al contrario, mejor que las use, porque así somos muchos los
que estamos dando la clase y tenemos en que apoyarnos, importantísimo,
interesantísimo.
Entonces hacía el recorrido
miércoles, pero sobre todo el viernes me iba más temprano de Chapingo, tenía que
dar mi clase, abrir mercados, vendía todo el sur de la Ciudad, llegué a visitar
a los más encumbrados “chapingueros” que estaban en el Banco de México, en
instituciones que veían el agro, yo les llevaba los productos que vendíamos de
Chapingo, les llevaba un saludo como ex “chapingueros” de su universidad y la
obligación, entre comillas, que tienen de comprar sus productos para sí mismos
y para su comunidad cercana y que yo me comprometía a llevarle la
mercadería cada semana, algunos sí se engancharon otros me decían que no, que
estaban muy ocupados pero me esforzaba por abrir un mercado ahí.
En mi faceta de vendedor para
Chapingo tenía muchas actividades, tenía que visitar pizzerías, regalarles un
pedacito de queso para que lo vieran, lo estudiaran, comprobaran la calidad que
tenía para sus productos, porque era muy bueno, se podía aprovechar junto con
otro producto para mezclarlo, también en la venta de libros y ediciones de la
FAO, pan de la panadería que empecé a introducir en los pueblos cercanos a la
universidad, sin tocar Texcoco.
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Me esperé para ver algunos
amigos y platicar de proyectos atrasados, vivía en aquel tiempo por Valle Dorado
y llegan allí era complicado en la noche, había que esperar a que se fuera todo
el tránsito y poder hacer menos tiempo.
El martes de la siguiente
semana me llamo Maricarmen angustiada diciéndome que uno de los profesores de
Código Fiscal de la Federación no iba a poder asistir a dar clases, de tal
suerte había un grupo que no tenía profesor, que ya había consultado con varios
y no podían y finalmente dijo las palabras mágicas: ¿podrías tú dar la clase?
le dije que sí que no había ningún problema.
Daba la clase al día siguiente
y ese miércoles me llené de nervios y de gusto, fue una experiencia increíble
llenar mis tarjetas control, la presentación muy corta, hacer filminas, ya tenía
varias porque estaba dando un curso de aproximación al Código Fiscal de la Federación
que es muy amplio.
Cuando yo fui estudiante, la
clase de Código Fiscal la Federación la impartía el profesor Flores Meyer y
siempre dije que si yo tenía la posibilidad de dar esa clase la iba a mejorar,
recuerdo el inicio de la clase uno: artículo primero, leía un alumno el
artículo primero y nos preguntaba ¿le entendieron? y contestábamos que no, entonces
le pedía a otro chico más atrás que volviera a leer artículo primero del Código
Fiscal de la Federación y preguntaba de nueva cuenta ¿le entendieron? y pues
nos quedamos viendo decíamos que no y entonces le pedía a otro chico más atrás
que leyera el mismo artículo, todos pensábamos que era solamente una forma de introducción
al tema y que después nos iba a decir que no entendíamos por tal causa por tal
razón o lo que sea pero no y nos volvió a preguntar¿ le entendieron? decíamos que
no y así nos pasamos toda la clase leyendo el artículo primero hasta que uno de
los chicos que estaban en despacho trabajando decía: bueno maestro me parece
que se refiere a tal situación, y se abría más o menos una plática, un diálogo
para poder llegar a algo con el profesor y pasamos al artículo segundo y la
misma mecánica de leer varias veces y todos nos volteábamos a ver pensando que
era el inicio de la clase y las cosas cambiarían.
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Nos pedía llevar nuestro
Código Fiscal de la Federación, la edición económica que tenía leyes
reglamentos, jurisprudencias, un librito de pasta de plástico azul y en la
siguiente clase nos pedía leer un artículo y después nos preguntaba si habíamos
entendido y así nos íbamos. Entonces empezamos a buscar libros donde nos
enseñaran, a buscar explicaciones, a buscar otros profesores, quien de última
hora se pudo cambiar de salón se cambió, pero no todos lo pudimos hacer. Allí
me comprometí conmigo mismo a que si en alguna oportunidad yo daba la clase de
Código Fiscal iba a ser mejor.
El día de mi primera clase,
hicieron mi presentación, leyeron mi currículum a todos los muchachos y empecé
a repasar mentalmente, conforme lo hacían, las empresas donde había trabajado,
años y años de experiencia que pasan sin apenas percibirlo.
Empezó la clase, me presenté
de nuevo y les conté rapidísimo que esa clase la había recibido de uno los
mejores profesores de la Facultad y repartí algunos códigos fiscales,
previamente había pedido a un chico que fuera por un proyector de filminas o
acetatos, la lectora de filminas, yo traía miles de respaldo, entonces hice lo
mismo que mi profesor, le entregue un código fiscal a un alumno y le pedí que
leyera el artículo primero y después pregunté si habían entendido y me
contestaron que no, y le pedí a otro alumno que lo volviera a leer y volví a
preguntar y la respuesta fue la misma, entonces reafirmé lo que me habían
dicho: pues claro que no entendieron, ya sabía que no, pero no se preocupen,
solo quería ver sus caras.
Entonces le dije a la señorita
que me estaba ayudando con el proyector de filminas si podía colocar el acetato
número 1, y fue un batazo porque todo el mundo entendió el artículo y después
seguí con la filmina 1 b y las demás, fluyó el diálogo con los muchachos, una
cosa increíble, impresionante, luego se vinieron más artículos y de cada
artículo sacaba las filminas que apoyaban el artículo yo daba algún comentario
de la vida real que me había pasado a mí cuando era estudiante, o que me había
pasado cuando fui con el despacho a resolver una situación, porque un despacho
nos asesoraba, o al hacer consultas en las oficinas de Secretaría de Hacienda o
en fin, la vida real puesta en la clase.
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657.- Un día, como hoy…
calmaste mi sed de amar.
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Le dije que sí en automático
porque conocía gente muy valiosa que había dado clase antes, que daban clases,
seminarios y cursos en sus propios despachos, en sus propias empresas, que
habían sido compañeros en la Especialidad en Fiscal, le pregunté qué cuántos
necesitaba y me dijo: todos los que puedas.
Empecé a llamar a los más conocidos, le pedía
a mis amigos del despacho Casas a la Triste, que era el más importante en el
país y amigos de despachos súper reconocidos, varios me dijeron que si, algunos
dudaban y les dije que la Universidad los necesita ahorita, la madre, el Alma
Mater nos estaba buscando de urgencia y empezaron a decirme que sí, muchos me
dicen que no de entrada, pero cuando les platiqué la situación tan complicada
que había me dijeron que sí, algunos me preguntaron que si yo podía un curso
por ellos en algún momento se sumarían, les dije que sí, que si podía, que
contaran conmigo (unas por otras ¿no?) Empecé a mandar la gente a Mari Carmen,
pero algunos no se acomodaban con los horarios y me pidió que buscara más, me
aceptó profesionales de empresas con reconocida experiencia, contacté inclusive
a un ex profesor que ya se había retirado que, atendía solamente algunos
asuntos de empresas familiares y le pedí de favor que me acompañara un semestre
solamente y me dijo que sí.
Conseguí pura caballería
pesada, puros conocedores, todos los que podían resolver un problema chico
mediano y grande. Me llamó Mari Carmen y me dijo que tenía completa la planilla
de profesores, me agradeció mucho y me dijo que había conseguido algunas
personas dentro de sus conocidos de cuando había dado clases en otras escuelas.
Ella daba clases en la Facultad de Derecho y quería que algunos de sus
compañeros también estuvieran presentes y está bien porque hay grandes fiscalistas
abogados y grandes fiscalistas contadores y muchos contadores se hacen abogados
también para tener cubrir las dos facetas, pero abogados que se hagan
contadores es más difícil porque la técnica contable es muy complicada y total
que ese viernes terminamos cansados pero contentos porque habíamos completado
la necesidad de la universidad y de qué forma.
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656.- Un día, como hoy… me miraste y el mundo
desapareció.
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