Esa noche espectacular, el Rector
de la universidad, Lupe Marín y la Directora del Museo Estudio Diego Rivera
apadrinaron a los dos estudiantes artistas, los míos, se tomaron fotos con
ellos salieron en los periódicos, en fin, todo lo que hace la gente común.
Se llevó a cabo el brindis de
honor, servimos grandes trozos de pastel que estaba adornado con figuras que
semejaban la capilla de Diego Rivera y kiwis cortados con apariencia de magueyes,
el rector llevó en recorrido a Lupe Rivera Marín por la fuente de Las
Circasianas y El Árbol de los Acuerdos y la despidió de beso en la mano en el
estacionamiento.
El Ingeniero Tah me mandó llamar y
me dijo: No estuvo tan mal. Abrí tremendos ojos, era un súper éxito para una
universidad pequeña, llevar a la hija de Diego Rivera, medios escritos, prensa
gráfica y cámaras de televisión a bajo costo y en algunos días solamente.
También me dijo: No quiero saber que se desperdicie un gramo de todo lo que
sobró, ¿Me oíste? Sí señor.
Era muy tarde, pero regresé a mi
oficina, todo en silencio y oscuro, busqué orfanatorios por la zona, pero
ninguno me quiso recibir nada, hasta que ubiqué uno por el Estadio Azteca que
me recibirían todo, pero al día siguiente entre las 9 y 12 del sábado.
El Dueño Del Dique
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