Y va todo el montón de gente contra la ventana de cristal y las mujeres atrás de nosotros, luego uno de
los ladrones se dio cuenta que era un error porque pasaba mucha gente y nos
iban a ver y saber que era un asalto nos dijo: váyanse para el otro lado y nos
fuimos para el otro lado, o sea dónde estaba el escritorio de César, el otro
ladrón viendo que éramos muchos dijo: tírense al piso, y cual fardos nos
tiramos al piso, parecía entrenamiento de futbol americano, quedó a mi derecha
Tere, a un lado de Tere ya no me acuerdo una rubia delgadita ya grande digamos
unos 35 años y desde que subió se puso muy nerviosa, otro montón de gente
tirada por todo el piso y al final, el más alejado era Pascual, así más o menos
me acuerdo ¿no? todos en el piso, ¡no levanten la cara!, gritó un ladrón de los
que acababan de subir.
Estábamos en eso y que la rubia se
levanta, se hincó y se puso a llorar y a
llorar y a llorar pero como con hipo, histérica, cállese señora le decían,
cállese señora, ¡que se calle! le gritó, y como seguía en la suya, agarró y le
cortó cartucho, como para avisar que le iba a disparar, entonces me hinqué con
las manos arriba y pum, pum, que le doy dos trompazos: al piso cabrona y la
puse en el suelo, sonó cuando le di las dos cachetadas pero guajoloteras,
buenas ¡pum! ¡pum! y la bajé del cabello
al piso, entonces ella se puso con las dos manos en la cara contra el piso a
llorar, me vio el ladrón como dándome las gracias porque no la tuvo que matar,
me volví a tirar al suelo, a poco llegó el mala onda, al que le había gustado
Teresita y le empezó a meter mano y ella se revolvía y le gritaba que se
robaran las cosas, lo que fuera pero que a ella la dejara en paz y aquel le
seguía agarrando por todos lados con una mano y con la otra le apuntaba con la
pistola.