jueves, 17 de septiembre de 2015

LA LEYENDA DE HAPY DAYS, HAPPY BIRTHDAY Y EL SUPER ENEMIGO CACHORROS (VIII)


Más tarde me iba con mi papá por todo Avenida Izazaga, que se convertía después en San Pablo hasta llegar al mercado de la Merced y de allí torcíamos para el mercado de sonora y nos seguíamos hasta el mercado de mariscos en Avenida del Taller, el mercado de la viga.

Allí comprábamos pescado de todos, retazos con que hacíamos caldo de pescado riquísimo. Camarones, filetes huy cuanto por comer.

Regresábamos cargados y entonces si pasábamos por el mercado de la merced y comprábamos frutas, verduras,  chicharrón nopales, había que ser muy hábiles para manejar las bolsas de ixtle porque en un descuido nos raspaban las piernas  y quedaba el dolor un buen rato.

Cada quien traía una bolsa grande y compartíamos una por el peso, regresábamos por el camellón de Avenida Izazaga y era un alivio cuando llegábamos a casa que en ese tiempo vivíamos en Cinco de febrero esquina con Izazaga.

Después me cambiaba y me iba a jugar a las canchas de la Delegación Venustiano Carranza que estaba atrás del mercado de la merced, ese era parte de mi entrenamiento, me ponía a jugar con los mecapaleros (o sea los cargadores de las mercaderías del mercado de la merced) o sea los diableros (así se les dice porque llevan un carrito de acero para cargar y parece  que de lo rápido que van los lleva el diablo) y tenían más mañas que un gato con pulgas para jugar sucio. Pero allí cerca está la unidad habitacional Kennedy y mucha gente de allí iba a jugar, había un chico que estudiaba en E.U. y jugaba básquet bol y me aconsejaba de cómo entrar, de cómo hacer círculos al entrar a la pintura, de cómo buscar faltas para tener tranquilo a un defensa, también sabía defender entonces  me ayudaba mucho, terminaba exhausto y sediento, regresaba con mi balón atravesando las dos naves del mercado de la merced y había un puesto que vendía jugo de piña, pero para extraer el jugo aplastaba la piña con una prensa, a mano, atornillando un volante hasta que salía todo el jugo y  lo vendía en vasos o bolsas de plástico con un popote, allí había que ver si me alcanzaba para comprarlo o si no conformarse con un tepache (bebida hecha a base de la cáscara de la piña fermentado con piloncillo, muy rico).

El dueño del dique

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