Después me decidí por ser
contador, me parecía de lo más prometedor esa carrera y me tocó estudiar en la
mañana, yo no sabía bien cómo estaba la jugada porque era mejor estudiar en la
tarde para poder trabajar en la mañana, por eso no lo sabe uno, la experiencia,
la necesidad nos va cambiando.
El primer día de clases fue
maravilloso, no me quería ir de la Facultad de Contaduría, nuevos compañeros,
amigos, profesores instalaciones, pero el primer viernes fue total porque yo amaba
a mi facultad y le quería poner mi nombre a todas las bancas, llegaba muy
temprano, tomaba el camión en la calle de Bolívar esquina con Izazaga muy
temprano por la mañana, no había nadie y
parecía que el chofer iba a ganar la Fórmula Uno y corría por la ciudad,
frenaba de golpe, daba cerrones a los demás autos, subía con otro estudiante,
pero él iba para Administración de Empresas, íbamos en el mismo camión, en el
mismo salón, en ese tiempo los dos primeros años estábamos en tronco común que
se llama o sean contadores y administradores coincidíamos en el mismo lugar en
todas las clases o sea tronco común, después nos separamos, cada quien con sus
clases específicas para su área de trabajo, su área de conocimiento.
Entonces nos íbamos en esos camiones,
el sentado en un asiento y yo en otro y nos zarandeada por todos lados por la
forma de manejar, nos sacaba del asiento y él le gritaba: oye, tranquilo nos
vamos accidentar y el chofer le contestaba: es que tengo que llegar, tengo que
llegar, cómo que tenía presión para hacer muchos viajes en un día y mi amigo le
contestaba: vamos a ir al panteón. Cuando nos bajábamos aparte de besar la
tierra dando gracias a Dios ya podíamos tener serenidad y arrancábamos a caminar
para la facultad en ese fresco lleno de Rocío, después de caminar por ahí se me
mojaban los zapatos, las bastillas de los pantalones pero llegamos a la
facultad antes de las siete, daba tiempo de leer la clase anterior, daba tiempo
de todo y aprovecha para recorrer la facultad, eran es primeros días que
quieres saber dónde estaba todo, memorizarlo, es como el amor nuevo ¿no? que uno
quiere saber todo, conocer todo, vivirlo todo.
Llegaba la primera hora y el maestro nos decía: vamos a esperar unos minutos a que lleguen algunos más y yo pensando: oye, empieza la clase, me levanté a las cinco de la mañana para estar aquí, para estar a tiempo y tú quieres esperarte a los que se levantaron tarde y bueno, había que esperar.
El Dueño Del Dique
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