Llegamos a Madrid a altas horas de la noche, cansados,
molestos, divididos por el asunto de la abuela. Con el tiempo la nieta nos
envió una nota muy fuerte y con varios improperios cuando se enteró por su mamá
de que la abuela estaba enterrada en ese panteón pero del otro lado, donde
descansaban los restos de la gente de alcurnia y tenía un monumento de mármol y
nos pedía una satisfacción por esa falta.
En lo personal no contesté a esa provocación, me parece absurdo
desviar a tanta gente por una cuestión personal sin sentido, que vaya con su
familia y se tomen de la mano si quiere y haga una oración masiva y cosas así
pero nosotros éramos unos verdaderos desconocidos, me imagino el tiempo que le
costó encontrar la forma de comunicarse con nosotros para descargar su furia
por el engaño.
En resumen tampoco pude escuchar en Madrid Farolero de Freddy
Noriega y son de esas cosas que se van quedando en el cajón de asuntos
pendientes, claro que cuando alguna amiga me visitaba en casa la escuchábamos y
siempre servía como preludio a cosas bonitas, recuerdo haberla escuchado muchas
veces en sábados por la tarde o muy noche y llegaba ese aroma de mar, el ruido
de las olas, el chapoteo de algún pez, recuerdos de mi vida pasada cuando veía
al mar continuamente.
En otra ocasión se presentó en Monterrey el cantante y me
decidí a ir a pesar de la distancia y costo, claro que por ahorrar me fui en autobús
y un día antes para que no pasara lo de España. Llegué molido, son muchas horas
de carretera aunque viajé de noche y aproveché para dormir.
Desayuné un café con pan, después caminé un poco y ¡que calor
que había! era temprano y escuché el consejo de ir a desayunar (por segunda
vez) a un restaurante muy popular: las Monjitas Del Sultán, que su especialidad
es machacado de huevo con tortillas de harina y agua de limón, que ricura, las
meseras están vestidas de monjas y hay unas muy lindas, no pude obtener ni un
teléfono para llamarlas después ni diciendo que era obispo.
EL DUEÑO DEL DIQUE
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