JARDÍN FLORIDO, EL ENAMORADO DE CÓRDOBA
Eres bella y bellísima, no, mejor que belleza es la que tienes, no, tampoco… la verdad es que para decir un
piropo es necesario saber hacerlo, sentirlo, no ser ordinario ni vulgar, hay
quien piensa que con un simple silbido puede quedar bien pero solo hace sentir
mal a todos porque demuestra su falta de valor e imaginación para abordar a una
mujer, para hacerle saber que su belleza
lo ha impactado.
Fernando Albiero Bertapelle, un
inmigrante italiano que poco a poco fue perdiendo su nombre para convertirse en
Jardín Florido, personaje enamoradizo de la ciudad de Córdoba, Argentina, que tenía la particularidad de piropear, lisonjear
a las mujeres más bellas de la ciudad con una mente creativa que podía provocar
sonrisas, tardes aciagas entre las convidadas, que lo veían caminar con su frac
y chistera, flor en el ojal del saco y claro, porque no, su bastón de empuñadura
de marfil, todo un dandy que buscaba en el enorme jardín de Córdoba a las
flores más bellas para rendirles un homenaje, que, aunque efímero, se volvía
eterno en los recuerdos familiares.
Las chicas de entonces aún ahora recuerdan
cuando se cruzaron con él alguna vez y fueron elegidas para recibir un cumplido,
alguna recordó hasta la ropa y el clima que había, una llovizna impertinente.
Se lo recuerda con un auto al que le
añadió floreros para ser reconocido al pasar y no hubiera duda de que por allí
transitaba el enamorado de la ciudad y que todos los novios deberían dejar de
ser celosos por unos minutos.
Este mozo que llegó el siglo pasado a Córdoba,
supo ganarse un lugar en el corazón de las personas que lo recuerdan gracias a
su manera de ver a las mujeres bellas y expresárselo sin limitaciones más que
el buen gusto y respeto.
Personaje que algún juglar inmortalizó
en un poema o una canción que exaltaba su quehacer romántico por las calles
centrales y concurridas de la ciudad, llevando alegría a las jóvenes y no tanto,
que alegraban las veredas al ir de compras o a visitar amigas o a encontrarse
con los amigos y novios.
Los mejores piropos deben ser para la
novia, la esposa y brindarlos todos los días, son gratuitos y siempre se puede
practicar frente a un espejo, ya sea para decírselo en soledad al despertar y
sorprenderla, robarle un beso, o pude ser un evento preparado para el desayuno
y a viva voz, delante de la familia, refrendarle el amor perpetuo.
Quisiera
ser un cepillo que acaricie tus cabellos, quisiera ser un arete para que escuches
mi voz, quisiera ser una estrella, que ilumine tu camino, pero más que todo
quiero ser el dueño de tu amor… es
preferible, para hacer un buen piropo leer y aprender del mejor. Jardín Florido
el hombre que enamoró a varias generaciones de cordobesas.
El
dueño del dique
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